31.7.24

Fundación del Convento de Jesús en Zaragoza


Dibujado por el dibujante oscense Valentín Carderera en el año 1855, nos muestra esta obra la torre del desaparecido Convento de Jesús, en Zaragoza, fundado en 1447 y que da nombre al barrio que lo acogía, y que posiblemente formaría parte de una libreta de apuntes del autor del que solo se ha conservado este dibujo, de un tamaño A5 hecho en lápiz, grafito y aguada sobre un papel algo crema.

Dice la leyenda sobre la fundación de este convento escrita por el franciscano Diego Murillo, que la construcción de dicho convento se había hecho en el año 1447 partiendo de un milagro anterior.

Parece ser que dos franciscanos llegados a la ciudad de Zaragoza, se instalaron humildemente en una caseta de campo al cruzar el río Ebro. El fuego que tenían que encender por las noches para calentarse se propagó por el terreno cercano al que estaba la humilde caseta, causando grandes daños en los campos agrícolas.

El dueño de aquellas tierras al enterarse, fue a hablar con los frailes, a los que abroncó severamente. El verano siguiente a este hecho, el propietario del terreno, de nombre Pedro Férriz, vio como repentinamente se secaba una de sus viñas; creyendo que era un castigo por el modo en que había tratado a los franciscanos.

Fue en su busca y se disculpó ante ellos por sus modos; y poco tiempo después, la viña reverdeció ante sus ojos, siendo que ya estaba totalmente seca y negra.

Cuando la ciudad conoció este milagro, se despertó gran simpatía hacia los frailes franciscanos, comenzando a solicitar los vecinos que se les permitiera establecer en esas zonas. Y tras ser concedido el permiso por el rey y por el papa, Pedro Férriz cedió la caseta y el terreno en el que habían estado desde el principio estos religiosos franciscanos para que llevasen a cabo la fundación de su casa y, tiempo más tarde, también les sería cedida la viña en la que se había obrado el milagro.

Hay que tener en cuenta es que los franciscanos en esos tiempos eran órdenes mendicantes, fundadas a comienzos del siglo XIII, representaban un nuevo concepto de espiritualidad, pues trabajaban sobre todo en los segmentos sociales de la pobreza, la mendicidad o la vuelta a la pureza de los ideales evangélicos sin buscar nunca el enriquecimiento.

Su aparición en localidades grandes en un momento de gran desarrollo urbano les llevaron a instalarse en las ciudades para tener un contacto más estrecho con los fieles a quienes querían dar educación pero sin tener una residencia fija propia y para ellos se establecían en casas abandonadas o cedidas por particulares.

De manera habitual, tanto franciscanos como dominicos, escogerán para su establecimiento en las ciudades zonas extramuros o arrabales próximos a las puertas de acceso a las ciudades, lo que por una parte facilitaba el desarrollo de su labor ante sociedades pobres y necesitadas de educación y por otra permitía poco a poco la compra de los terrenos, ya que en esas áreas eran más abundantes los terrenos vacíos y sobre todo más económicos.