Nos dejó dicho el archivero, militar, historiador y filólogo zaragozano Tomás Ximénez de Embún y Val en el año 1901 lo que a continuación os dejo refiriéndose al Monasterio de Santa Engracia.
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Desde la Puerta de Santa Engracia a la Cruz del Coso se extendía la calle de Santa Engracia y del Hospital. Entrando por el Pontarrón se hallaba la plazuela de la sobredicha Santa Engracia y en ella el santuario monasterio de los Jerónimos que le dio su nombre el modestísimo convento de Capuchinas y el hospicio de los religiosos de Santa Fe.
Del regio monasterio se ha escrito tanto que a nosotros nos queda bien poco que añadir. Se comenzó a construir en el año 1493 por el Rey Católico don Fernando en cumplimiento de un voto que había hecho Don Juan II de Aragón, su padre, y se terminó muchos años después.
Su portada de alabastro hábilmente restaurada por el notable escultor don Carlos Palau fue labrada por Gil de Morlanes y creemos que la terminó y mejoró en algún modo Damián Forment. Su claustro principal desde el aspecto artístico lleno de labores y follajes que lo hermosean fue obra de Martín de Tudela bien entrado ya el siglo XVI.
En su iglesia se guardaban los restos del vicecanciller don Antonio Agustín en marmóreo sepulcro, esculpido por Alfonso de Berruguete, y en otra urna próxima los del gran historiador Jerónimo Zurita, los de Blancas, bajo sencilla losa, yacían en el claustro.
En artística estantería se hallaban colocados multitud de excelentes códices y volúmenes. Pinturas y cuadros de Pedro de Aponte, Giuseppe Martínez, Fray Diego González, don Francisco Bayeu y otros notables artistas veían ser repartidos en la iglesia librería y otras diversas oficinas del monasterio.
Todas aquellas maravillas volaron en la explosión del 13 de agosto de 1808 hazaña memorable y digna, por cierto, de la barbarie de un conquistador francés.
Bajo aquel monumento se guarecía una cripta sagrada las catacumbas de los Innumerables Mártires. Su origen se elevan los primeros siglos del cristianismo, pero tan antigua y dilatada historia no debe sorprender que contenga algunas deficiencias y nebulosas.
En el siglo XII la iglesia de las Santas Masas fue reconstruida por Gil de Rubidis, que más tarde profesó en el monasterio de Rueda, en donde dirigió la construcción de su templo.
Por el año 1589, el pintor Felices de Cáceres el Mayor estaba encargado de la decoración pictórica del Santuario de los Mártires.
Hacia 1682 se llevaron a cabo obras de bastante importancia como lo demuestra la relación anteriormente citada y en 1789 hubo una nueva restauración siendo arquitecto Fray Vicente Bazán y el pintor don Francisco Ponzano.
Por último en el año 1819 se levantó de entre las ruinas en la que se había asumido la invasión francesa, todo lo que allí había quedado para salvarlo, pero sin poderse restaurar el Monasterio.