23.12.12

Historia del Parque Bruil de Zaragoza

El Parque Bruil de Zaragoza es uno de los más grandes de la ciudad, de los más céntricos y posiblemente el que más nos debería dar que pensar hasta reconocer lo que hoy es y lo que debería haber sido. El Ayuntamiento logró recuperar un extenso y bello parque urbano, lleno de árboles únicos que con los años se han ido perdiendo, y un diseño muy original del que hoy no quedan vestigios, convertido en un parque como todos los demás, snif.

Juan Faustino Bruil y Olliarburu creó una clásica torre o casa de campo espléndida de casi 4 hectáreas de tamaño, con inmensos y maravillosos árboles de los que no había en Zaragoza, aprovechando una zona de la afueras de la ciudad, dominando un terreno complejo junto al río Huerva, hasta la calle Asalto. En esta finca —perteneciente desde el año 1286 al Convento de Agustinos Observantes (hoy convertido en Centro de Historia de Zaragoza) y vendido durante la desamortización en el año 1842— Juan Bruil realizó cuantiosos gastos en obras hasta convertirla en una lujosa residencia cuyo parque podía ser visitado por los zaragozanos algunos días festivos.

Según la Guía de Zaragoza del año 1860, de la casa de campo de José Bruil dice: «respiraba riqueza, frondosidad y poesía. Las elegantes habitaciones del edificio principal, su entrada, la caprichosa variedad de flores, el inmenso invernadero en el que pueden colocarse miles de plantas, macetas y arbustos, las espesas alamedas, los laberintos formados con sus árboles, una bellísima montaña rusa, embellecen el raro valor de los jardines», cuidados por jardineros franceses que se ocupaban también de la abundante fauna que habitaba la finca y que iba desde los faisanes hasta los ciervos, pasando por una serie de estanques convertidos en acuarios. Se permitía la entrada con tarjeta (es decir, me imagino, que pagando una entrada) y se ofrecían a los amigos excelentes y agradables fiestas campestres.

Posteriormente la enorme finca fue adquirido por Francisco de Cavia Fernández en 1868; por Sebastián Monserrat en el año 1878, y finalmente heredada por su hijo.

Juan Faustino Bruil era banquero y político que llegó a ser Ministro de Hacienda allá por el año 1854. Descendiente de una familia originaria del Bearn (región francesa con frontera hacia Aragón y Navarra), comienza trabajando en una tienda que sus padres poseían en la calle Espoz y Mina, hasta convertirse en comisionado en Zaragoza por el Banco de San Fernando, antecedente del que luego sería el Banco de España.

Juan Bruil, fue también un político progresista que jugó un activo papel en la revolución de 1854 que llevó hasta el poder al general Espartero, de quien era ferviente partidario. Y costeó de sus dineros la Puerta del Duque, en la Plaza de San Miguel, que daba salida desde la plaza hacia la calle Asalto. Un señor con mucha pasta, sin duda. Hay que recordar que fue el primer director y propietario junto a otros dos accionistas de la Caja de Descuentos Zaragozana, entidad que funda en el año 1845 y que 12 años después se convirtió en el Banco de Zaragoza del que también fue primer director.

Durante su mandato como Ministro de Hacienda modificó una buena parte de los obstáculos que habían impedido que se asentaran las bases del crecimiento capitalista del siglo XIX ya producido antes en otros países europeos, creando la Ley de Sociedades Anónimas de Crédito en el año 1856 que permite la constitución en España de las tres grandes sociedades que facilitan la entrada de capital desde otros países, y que es un hecho básico a la hora de explicar el crecimiento económico de los años siguientes en España. A lo largo de su corta pero fértil presencia en el Ministerio, Juan Bruil presentó otros dos proyectos legislativos más, encaminados a modificar el arancel de aduanas en sentido librecambista, y a realizar una reforma fiscal. Además de ministro fue diputado y senador

Juan Bruil, que murió sin descendencia, presentó ya en 1853 el proyecto de construcción del ferrocarril desde Zaragoza a Francia por Canfranc, y realizó un minucioso estudio para hacer navegable el Ebro desde Tudela hasta el Puerto de los Alfaques, con objeto de poder disponer de un fácil acceso al mercado catalán para los productos aragoneses.

Pero volvamos al espacio del Parque Bruil.

Tras ser expropiados en el siglo XX los terrenos de esta enorme finca a sus propietarios, el Ayuntamiento de Zaragoza, presidido por el entonces Alcalde Luis Gómez Laguna emprendió las obras para convertirlo en un parque que llevará el nombre de su primer propietario. Se inauguró el 17 de julio de 1965 con el reconocimiento a Juan Bruil, su diseñador y creador, conservando toda su riqueza botánica y realizando un guiño a sus usos anteriores al crear un pequeño zoo en malas condiciones donde había osos, monos y aves para la observación de los zaragozanos.

En el año 1984, con el primer gobierno local democrático y siendo concejal de Medio Ambiente Mariano Berges Andrés, se llevó a cabo una reforma muy importante, tanto de la vegetación como del mobiliario urbano. En esta reforma se diseñó y colocó esta estructura formada por bloques de piedra casi cúbicos y se intentó modernizar el parque pero haciéndole perder gran parte de su valor y atractivo antiguo, inaugurando una gran piscina hoy desaparecida y de triste recuerdo, pues en las fechas de inauguración tuvo un fatal accidente una niña. Con aquella reforma se suprimió también y aquí si que muy acertadamente, los últimos ejemplares de animales enjaulados que había en el Parque Bruil. El último ejemplar fue una osa de nombre Nicolasa, enferma, con un ojo destrozado por unos sinvergüenzas, que había tenido pareja durante años hasta que el oso macho murió (se llamaba Juan) y que tenía como vecinos durante los primeros años a tres monos y a unos pavos reales al menos. Creo recordar sin poderlo asegurar que también hubo un león o un tigre, pero son recuerdos vagos. Sus condiciones eran inmunes, en jaulas pequeñísimas, con olores nauseabundos, mal alimentados pues las personas acudían con todo tipo de productos, en un ejemplo de errores que al menos hoy ya no se pueden producir.

Entre los elementos que se colocaron en la reforma de 1984 del Parque Bruil destaca esta estructura formada por trece grandes bloques de piedras dispuestos de manera asimétrica y en varias alturas. Ésta sirve tanto como lugar de esparcimiento infantil cómo lugar de asiento y reposo.

En cierta manera, estas piedras colocadas en plena década de los ochenta, tienen una irónica carga posmoderna. Estas falsas ruinas, sobre los que juegan los niños, ofrecen, a su vez, una incógnita al visitante ya que parecen simular restos de la muralla romana de Zaragoza. No es así, son piedras reutilizadas del antiguo molino que había en este solar, pero a aquel que visita el parque y no lo sabe, le puede surgir la duda e incluso la disyuntiva de si será adecuado sentarse o dejar a los niños jugar en unas piedras de “tanta antigüedad”.

El Parque se amplió con la adquisición de los terrenos donde se encontraban los vestigios de la almazara o molino de aceite de Juan Martín de Goicoechea, que se recuperaros para colocarse en uno de los extremos del varias veces remodelado Parque Bruil. Esta almazara fue construida en el año 1785 y contaba con seis prensas de las de viga y libra. En la actualidad quedan los restos de una de estas prensas y de dos muelas. Los restos conservados son algunos de los elementos que conforman una prensa de viga. Así se localiza, el husillo de metal, dos estructuras de piedra paralelas con la lavija de madera que tiene como función servir de apoyo a la viga desaparecida y otras dos estructuras de piedra, llamadas vírgenes, donde se colocan los capachos y la regaifa para proceder al prensado. Asimismo, bajo la copa de un gran árbol se encuentra una piedra circular de gran tamaño que posiblemente formara parte del molino. En las cercanías, se localizan cuatro piedras más circulares y dos rulos que integrarían parte del moledero.

Si alguno de mis lectores tiene algún dato más, por favor que nos lo añada, para poder aumentar los datos sobre este parque. Muchas gracias