En las tapias del cementerio de Zaragoza fueron fusilados 3.543 republicanos: 3.096 durante la Guerra Civil y 447 más después. Ahora, un monumento en forma de espiral con el nombre de todos ellos nos recordará la barbarie de una guerra, la barbaridad de unos asesinos que desde el poder que da ganar una guerra, impusieron la violencia fusilando a personas sin juicios justos, en una espiral de violencia que no supieron evitar, demostrando una incapacidad política que sólo supieron imponer con violencia. Al menos los podremos recordar por sus nombres más de 70 años después.
Sus cuerpos fueron sepultados y amontonados en unas zanjas a modo de fosas comunes que se excavaron en el cementerio, perdiendo así su identidad y la posibilidad de que la mayor parte de las familias pudieran conocer su paradero.
La investigación realizada en torno a esta parte de la historia de España ha permitido dar forma al monumento conmemorativo, obra del arquitecto Fernando Bayo y del escultor Miguel Ángel Arrudi.
El memorial describe una espira en una superficie de 3.500 metros cuadrados en la que aparecen 3.543 placas de metal de 90 centímetros de altura en las que aparece troquelado el nombre de la víctima, la fecha de fusilamiento y la edad del fallecido. De ellas, hay 600 en las que sólo aparece la leyenda hombre o mujer.