Pocas fiestas populares tienen un sentimiento de participación de todos los habitantes de la ciudad como las de San Atilano de Tarazona con la salida de la figura del Cipotegato disfrazado de Arlequín para hacer un recorrido que él mismo elige tras ser seleccionado por las autoridades de la fiesta, y cuya identidad permanece en secreto, así como el recorrido que hará hasta llegar de nuevo al Ayuntamiento.
El historiador Javier Bona lo relaciona con el antiguo "Pellexo de Gato" que, a lo largo de 200 años, habría ahuyentado a los niños para que no entorpecieran la celebración de la procesión del Corpus Christi. Algunos de esos niños se habrían enfrentado a él tradicionalmente, lanzando y tomates. Posteriormente el personaje abandona su función religiosa y pasa a la órbita civil, participando en el dance de Tarazona.
También es cierto que existen leyendas que hablan de más atrás en la historia de la salida para las Fiestas patronales de un preso de la cárcel de la localidad, que salía disfrazado para no ser reconocido y que los vecinos como castigo final le lanzaban hortalizas en su recorrido hasta el Ayuntamiento.
El origen documentado de esta celebración se remonta al siglo XVIII, encontrándose en el archivo de la Catedral de Tarazona una resolución del Cabildo Catedralicio que prohibía que en las vísperas del Corpus, saliese el "Pellexo de Gato" a perseguir a los niños.