Tras conocer el dato de las 34.000 visitas que los zaragozanos y turistas han dedicado en casi 5 meses al renovado Museo Pablo Serrano, a uno, como amante de que Zaragoza crezca en la cultura, no puede por menos que entrar en una depresión cultural compleja de resolver.
En estos momentos Zaragoza dispone de un gran número de nuevos proyectos culturales, esperando a ponerse en marcha o en trámites de inaugurarse en los próximos meses, y que con unos datos tan negativos sopesarán mucho qué deben hacer para cambiar sinergias, formas, movimientos, actuaciones y participación de los zaragozanos sobre todo. Sin la participación de todos nosotros nada funcionará. Sin duda en los últimos años esta Zaragoza cultural ha sido un desierto que ahora recoge unos frutos que se han secado. Incluso en la Expo 2008 no se realizó un trabajo serio que sentara o sembrara unas bases que se pudieran mantener. Ahora toca recoger los yermos y volver a arar los campos.
Complicado cuando nos esperan el Pabellón Puente, la Torre del Agua, el Espacio Goya, la Caixa Forum, el Espacio Fuenclara, la renovación del Centro de Historias, el CAT Centro de Arte y Tecnología, el Pablo Serrano como Instituto Aragonés de Arte y Cultura Contemporánea o incluso diversas actuaciones en la Milla Digital o en algunos otros pabellones de la Expo 2008.
Es de tal tamaño el trabajo que hay que hacer para motivar, para levantar el nivel y relación de los zaragozanos con su cultura, sabiendo que a todo lo que espera para llegar, hay que sumar la excelente programación de La Lonja o del Palacio Sástago, junto a Ibercaja, CAI o Caja Madrid, del Auditurio, del alguna vez reedificado Teatro Fleta o del Palacio de Congresos junto al Teatro Principal o Teatro del Mercado, o incluso los intentos por dotar de más calidad y programación a centros musicales del casco histórico; ¡buf!, que a uno le entra miedo y notable preocupación por tanto ladrillo y tan poca chicha, tan poca sustancia o tan poca disposición de los actores principales —el público, la sociedad—, en demandar, por desidia de sus gobernadores, un nivel cultural al menos aceptable o comparable a otras ciudades de su tamaño. Mucho hay que trabajar, mucho.