No todos los zaragozanos saben qué es Quinta Julieta, dónde se encuentra y qué usos ha tenido. Es una zona muy curiosa e interesante.
La historia de la finca Quinta Julieta comienza en el año 1889 cuando el mecánico ingeniero Enrique Sagols Ferrer y su esposa Julia (Julieta) Rodrigo Coutens compran una finca junto al Canal Imperial de Aragón entre las zonas finales de Torrero y el actual barrio de La Paz en la primera de las fincas y acercándose hacia La Cartuja cuando compró un año después una segunda finca.
Además del edificio principal derrumbado en el año 2004, había un coqueto comedor exterior, plaza de toros, bellos parterres a modo de parque para pasear, pagodas orientales para el aseo público, animales exóticos, cascadas artificiales de agua y lagos rodeados de naturaleza, zonas para criar peces o abejas, conejos y aves. Árboles frutales, ornamentales traídos desde todo el mundo, etc.
En el año 1917 sus propietarios que la habían utilizado como Finca de Recreo, como zona para disfrutar de la naturaleza en las entonces afueras de Zaragoza, vendieron todo el conjunto de casa y terrenos a los jesuitas, a la Compañía de Jesús que le cambió el nombre por el de Quinta del Salvador.
La idea del ingeniero era hacer una copia en pequeña escala del Monasterio de Piedra, utilizando las aguas del Canal Imperial, a modo de otras fincas similares que ya existían en Cataluña. Una Finca en donde criar y mostrar animales, y en donde hacer reuniones culturales o invitar a las autoridades políticas e intelectuales de aquella Zaragoza.
Ramón J. Sender habló de ella en Crónica del Alba. En el año 1899, Emilia Pardo Bazán visitó Zaragoza y en el recuerdo de aquel viaje quedó el almuerzo con Basilio Paraíso en la Quinta Julieta tras pasar por el Pilar.
En la Quinta Julieta recibían homenaje las personas importantes que llegaban a Zaragoza en aquel principio del siglo XX: desde el actor Enrique Borrás, al compositor Sarasate, o los escritores Pérez Galdós o Benavente, el comediógrafo Linares Rivas o la bailarina Tórtola Valencia.
Y la influencia del concejal Miguel Driest (yerno de los fundadores), esposo de Cecilia Sagols (hija), logra esos continuos banquetes de periodistas, autoridades civiles, eclesiásticas y militares, reuniones de ocio o de trabajo de aquellos años.
Homenajes y banquetes, fiestas, música y verbenas, juegos acuáticos y de tiro pichón, y las actividades de la Escuela Taurina y de la Sociedad General de Sport allí establecidas, convirtieron la finca en el lugar preferido de la ciudad para la celebración, el ocio y el descanso.
En el año 1917 sus propietarios que la habían utilizado como Finca de Recreo, como zona para disfrutar de la naturaleza en las entonces afueras de Zaragoza, vendieron todo el conjunto de casa y terrenos a los jesuitas, a la Compañía de Jesús que le cambió el nombre por el de Quinta del Salvador.
La idea del ingeniero era hacer una copia en pequeña escala del Monasterio de Piedra, utilizando las aguas del Canal Imperial, a modo de otras fincas similares que ya existían en Cataluña. Una Finca en donde criar y mostrar animales, y en donde hacer reuniones culturales o invitar a las autoridades políticas e intelectuales de aquella Zaragoza.
Ramón J. Sender habló de ella en Crónica del Alba. En el año 1899, Emilia Pardo Bazán visitó Zaragoza y en el recuerdo de aquel viaje quedó el almuerzo con Basilio Paraíso en la Quinta Julieta tras pasar por el Pilar.
En la Quinta Julieta recibían homenaje las personas importantes que llegaban a Zaragoza en aquel principio del siglo XX: desde el actor Enrique Borrás, al compositor Sarasate, o los escritores Pérez Galdós o Benavente, el comediógrafo Linares Rivas o la bailarina Tórtola Valencia.
Y la influencia del concejal Miguel Driest (yerno de los fundadores), esposo de Cecilia Sagols (hija), logra esos continuos banquetes de periodistas, autoridades civiles, eclesiásticas y militares, reuniones de ocio o de trabajo de aquellos años.
Homenajes y banquetes, fiestas, música y verbenas, juegos acuáticos y de tiro pichón, y las actividades de la Escuela Taurina y de la Sociedad General de Sport allí establecidas, convirtieron la finca en el lugar preferido de la ciudad para la celebración, el ocio y el descanso.
A la historia de la ciudad de Zaragoza ha pasado a la memoria colectiva, su entorno degradado y nombre como barrio refugio, ordenado por el Ayuntamiento para personas sin hogar, sobre todo del chavolismo, que su historia inicial.
Y hoy parte de toda aquella finca sigue como edificio y zona de Ejercicios Espirituales con el nombre de Casa de Espiritualidad Sagrado Corazón. Aunque las zonas de recreo, las cascadas sin agua, las grutas, están abandonadas y ya casi perdidas.