Os dejo una imagen de esa Zaragoza imposible, de esa Zaragoza llena de errores y de posibilidades que tiramos por la borda. Efectivamente es Zaragoza pero lo malo es que ya hace mucho que NO es Zaragoza.
Y digo lo malo porque no supimos mantener la idea que parecía desde el primer día una tontada, no fuimos conscientes de que era un gasto absurdo, de que el lugar de inicio y final de este funicular —o como lo queramos llamar— era un idea que parece de ciudadanos que no conocen Zaragoza.
Si sumamos los millones de euros que hemos malgastado nos preocuparíamos por lo tontos que somos a la hora de votar. Y lo curioso es que equivocarse a la hora de gastar el dinero de todos ni es delito ni parece muy mal visto, dado los resultados. En una empresa privada quien se equivoca en las inversiones… ¿saben a dónde se va?