Esta campaña electoral municipal ha supuesto para Zaragoza la constatación de nuestra incapacidad casi brutal de levantar a Zaragoza hacia posiciones que ya ocupan ciudades vecinas. Tampoco se pedía mucho más.
Y en los primeros estados de las negociaciones para formar equipos de gobierno y con unos resultados electorales enfermizos y diabólicos, estamos demostrando que a poco que nos dejemos empujar nos vamos a Tercera.
Y no me refiero a que haya perdido la izquierda en estas elecciones y no se tenga el valor de reconocerlo, no, me refiero a que tampoco ha ganado la derecha y por ello la incapacidad se va a asentar entre todos nosotros.
Y no me refiero a que haya perdido la izquierda en estas elecciones y no se tenga el valor de reconocerlo, no, me refiero a que tampoco ha ganado la derecha y por ello la incapacidad se va a asentar entre todos nosotros.
Si acaso ha ganado el odio, las ganicas de tocar despacho, el tacticismo mirando a Madrid, las ganas de crecer a costa de los súbditos, el deseo claro de siempre de que la aburrida Zaragoza sea una estación de paso hacia el Cielo madrileño.
¡¡Joder, qué mala suerte tenemos en Zaragoza con nuestros elegidos!!
¡¡Joder, qué mala suerte tenemos en Zaragoza con nuestros elegidos!!