Una calle cualquiera de Zaragoza. Junto a una tienda de frutos secos. Un hombre de unos 30 años vende cerezas de una pequeña canasta apoyada sobre la acera. A unos dos metros la esposa con una niña de menos de dos años se dirige hasta él.
–Anda, cógela, que quiere estar contigo.
–No, que si vienen, no quiero que te cojan a ti.
–Anda, cógela, que quiere estar contigo.
–No, que si vienen, no quiero que te cojan a ti.