En los sesenta triunfó en EEUU la primera serie de animación para adultos, que se denominaba “The Flintstones” (los Picapiedra, en traducción castellana).
Los protagonistas eran Fred Flintstone y Barney Rubble (Pedro Picapiedra y Pablo Mármol, en traducción castellana).
Pedro era un tipo seguro de sí mismo, hábil y, aunque menos inteligente y reflexivo que Pablo (al que se refería con cierto aire de superioridad como “enano”), acababan llegando a acuerdos porque les unía una sincera amistad y eran capaces de llegar a constantes pactos desde personalidades diferentes y complementarias.
En España, la tradicional desconfianza entre la socialdemocracia y su izquierda se ha visto agravada por la abierta animadversión entre un Pedro y un Pablo. Sánchez e Iglesias.
Las luchas fatricidas en la izquierda no son novedad: hunden sus raíces en la ruptura de la III Internacional en torno a la I Guerra Mundial y el surgimiento de los Partidos Comunistas frente a la Internacional Socialista.
Nótese, por ejemplo, que a la socialdemocracia alemana le es más fácil gobernar con la democracia cristiana que con verdes o izquierdistas.
En todo caso, lo ocurrido ayer en el Congreso de los Diputados, puede tener gravísimas consecuencias para la izquierda española en su conjunto.
Cuando la izquierda compite entre sí lo hace hasta las últimas consecuencias. El PSOE desconfía cuando mira hacia su izquierda y siempre sospecha que ésta hace la “pinza” con la derecha y la izquierda a la izquierda del PSOE sueña, en el fondo, con eliminarlo, pues lo considera un esbirro del capitalismo.
En este ámbito, la derecha juega con ventaja: C’s puede soñar con superar al PP y a Vox lo pueden ver como un “cuñado” facha un tanto tosco, machista y primario, pero cuando se trata de llegar a acuerdos…. los intereses de clase se anteponen a las filias y fobias personales e incluso a los intereses de partido. Es curioso que la derecha tenga más conciencia de clase que la izquierda.
Es cierto que, en España, al PSOE de los noventa cuando perdió sus mayorías absolutas, le era más sencillo pactar con la democracia cristiana vasca y catalana que con una IU al alza en ese momento, encabezada por un Anguita que soñó siempre con el sorpasso (termino de la política italiana de postguerra cuando el partido comunista pretendía superar a la democracia cristiana).
En 2016 el mismo Pedro Sánchez llegó a un rápido acuerdo con Ciudadanos (entonces todavía no tan radicalizado a la derecha) que acabó siendo la primera sesión de investidura fallida desde 1977, precisamente por el voto contrario de Podemos, que desempolvó el sueño del sorpasso.
Incluso en esta investidura fracasada de 2019, el PSOE solo ha obtenido el apoyo del PRC (un partido conservador cuya base ideológica es la defensa del tradicionalismo rural cántabro) y ni un solo voto a su izquierda.
Lo ocurrido ayer es una tragedia para la izquierda.
Probablemente, desembocará en una nueva convocatoria electoral que, con una izquierda desmovilizada, puede acabar con un gobierno PP-C’s-Vox.
Como dijo el diputado Rufián (ERC): “debería darles vergüenza. Se arrepentirán”.
Por cierto, Rufián un excelente parlamentario, como Joan Baldoví (Compromís) y Aitor Esteban (PNV). El nivel político y el sentido de Estado en el Congreso lo aporta la periferia. Paradójico.
Jorge Marqueta Escuer.