21.1.25

Parroquia de San Pablo o del Gancho, de Zaragoza

La red de calles prácticamente reticular, del Gancho de Zaragoza se halla relacionada con el diseño similar en de otras poblaciones, al tratarse de la primera extensión planificada de las ciudades romanas o medievales intramuros.

La imagen que vemos arriba está sacada de un plano de Zaragoza del año 1734, titulado "Vista de la ciudad de Zaragoza por el septentrión".



Decimos planificada puesto que todos recordamos cómo surgió en el subsuelo del Paseo de la Independencia un desarrollo al sur de la puerta Cinegia, parte de la Morería de Zaragoza; por que se ha conservado su trazado medieval cómo la Calle San Miguel y está jalonada en su tramo este por una red de callizos o bocacalles excesivamente estrechos por suponer la ampliación de la judería más allá del Coso o cursum entonces amurallado; como advertimos la importancia y rareza de la iglesia de Santa Engracia —hoy rodeada de notables edificios historicistas y neomudéjares, pero que fue monasterio y centro de un importantísimo foco cultural alto medieval, el Barrio Mozárabe de Saraqusta—.

El barrio de San Pablo y su urbanización fue una decisión administrativa de sucesivos reyes de Aragón tras iniciativa de Alfonso I, como también la promoción de la catedral de Tarazona en su huerta, la extensión de Huesca de la parroquia de San Lorenzo que sí mira al mediodía hacia Zaragoza o la población de Jaca del Burnao, en la dirección por la Canal de Berdún a Campus Stellae, que machacó Tiburcio Spannocchi por motivos militares para levantar en su solar y cara más expuesta de la primera capital aragonesa su Ciudadela. 

De la importancia mercantil anterior del Burnao solo queda el puente de San Miguel, al que denomino el puente de Mostar aragonés.

Fuera de Aragón, Pamplona y Logroño se estiraron en los barrios de San Cernin y población nueva o mediante calles paralelas hasta la Redonda de forma semejante y con ordenanzas edificatorias que hacen que todos los solares tengan semejante anchura y fondo de fachadas para levantar viviendas en que corra el aire.

Desde Huesca se alerta al actual Gobierno de Aragón sobre que decide una planificación de Zaragoza orientada a Castilla. Eso no es nuevo, el pasillo entre el palacio residencial taifal y zoco medieval —actual Plaza Lanuza— y la Aljafería, ya con una notable actividad económica al tratarse de un paseo real, fue reforzado. Tratándose de la salida oeste de la ciudad romana, la puerta de Toledo que no en vano dirigía hacia la primera capital de la España visigoda.

Vayamos con las particularidades del callejero del barrio del Gancho que recogen en parte su historia y en el que inicialmente los Aragón establecieron francos atraídos para repoblar con cristianos Saraqusta —que quedan con tanta abundancia en Aragón como Gascón, Gastón, los terminados en c como Albiac, Moncayola, Pallarés, Bearnés, Franco y Francés el del restaurante del barrio—, en adición a las familias de los gremios de los mercaderes del mercado y artesanos diversos. 

Tras promoverse la plaza de Toros en el Portillo, las fondas y residencias de los muletillas, banderilleros y picadores zaragozanos cuando las cuadrillas de los toreros no se podía pagar que viajasen. También el de excelentes joteros y voces, por todos las de Cecilio Navarro Subias y Santiago Auserón. Todos ellos fueron, con Cervantes incluso, la fauna de ese zoo que debió ser La Posada de las Almas.

Calles dedicadas a ilustrados de las cortes de Carlos III y Carlos IV, miembros de la Real Sociedad Aragonesa de Amigos del País: las de Ramón Pignatelli –que repite en la forma italiana, pues perteneció a una nobilísima rama de familia napolitana- de Vía Pignatelli que designa la calle del malecón del Canal Imperial en Torrero, en fenómeno único en el mundo para incrédulos- y a Pedro Pablo Abarca de Bolea (el oscense de Siétamo Conde de Aranda que rigió Castilla como condestable hoy cuestión impensable). 

La primera es el bastión sur de la población del Gancho y la segunda que arranca con las Escuelas Pías es una calle nueva, pues se trata del ensanchamiento viario higienista de la Calle del Portillo ejecutada según el Plan General Urbanístico de Yarza.

Se trata por consiguiente de la vía renovada promovida en Zaragoza siguiente al ensanche de la mítica Calle Alfonso que no era el cardo de la ciudad romana. Ello dentro del proceso conocido como hausmannización a finales del siglo XIX originado en París con un triple propósito: mejorar la penetración de fuerzas del orden y tranvías a los cascos históricos, promover viviendas ventiladas de corte modernista o racionalista con bajos que la convirtieron en el principal foco de nuevo comercio en los años 40.

Quedan algunos exponentes de todo aquello para dar perspectivas monumentales o para permitir un mejor acceso a las estaciones férreas que así con ese carácter se concibieron, en este caso al Portillo y al Castillo de la Aljafería

Hoy la conocemos como Avenida Marrakesh de forma popular por su ambiente de tarde noche, sus comercios impulsados por magrebíes y su ajardinamiento con bellas palmeras.

En el arranque citado, en las inmediaciones del tranvía que ocupa el espacio abierto de la Calle César Augusto que motivó en los años 70 la demolición de la manzana que conformaron las calles Azoque y Escuelas Pías, permutada por el aprovechamiento del rascacielos de Plaza Salamero cuya incongruencia urbanística puede que así se entienda, la Asociación de Comerciantes del sector donó a la ciudad en 2007 un notable busto del Conde de Aranda, principal político aragonés de todos los tiempos y antecedente de un testigo u obra que solo se llenó de forma coral por Andalán y la actual autonomía aragonesa. 

Todos deudores de la familia de los Luna, Hernando de Aragón y los monarcas de la Casa.

Aranda recuperó el pulso de la ciudad capital de la Corona, sede principesca musulmana y capital de la lana y huerta aragonesas que nos legó los espléndidos palacios renacentistas de los que los que disfrutamos son la punta del iceberg. Allí queda eso que ningún molino de viento podrá tapar con su presencia.

La calle Azoque presenta una toponomía inequívoca, pues la calle central histórica de la Morería se viene llamando al-suq: la de los mercadillos tradicionales próximos a los de abastos.

El Mercado Central de Félix Navarro, icónico edificio de los primeros en España de estructura metálica para uso civil –comparte podio con la Estación de Atocha y el Puente Colgante del Nervión, nada menos- ocupa por él mismo y constituye la Plaza Lanuza. 

Dedicada al último Justicia conmemorado porque en el remate oeste de la Calle Manifestación –por la que se manifestaban los acogidos a su privilegio- se hallaba una cárcel al parecer especial por más humana.

Cárcel menos arbitraria en su reglamento que la de la Inquisición, y allí dolía el dedo gordo dominico, formó parte de ese conjunto de preciadas instituciones que prestigiamos menos que al Zaragoza de los zaraguayos, superiores en calidad de derecho natural incluso de las de la reconocida sociedad inglesa medieval, florecidas especialmente en la Baja Edad Media en que la Corona tuvo una preclara influencia franciscana.

Ojo con la impactante alineación compuesta por lonjas, el Justicia, Cortes itinerantes generalmente con capital en Monzón, compromisos y concordias, el principio del derecho: hay que estar a la palabra dada, el usufructo vidual, las letras de cambio catalanas y consejos del ciento municipales, las atarazanas, los representantes del Consulado del Mar en todo el Mediterráneo, los fueros de villas en que ser libres exportados a Castilla, la Universidad Sertoriana de Huesca siempre abierta al talento, los crismones y claustros especiales afinando el románico francés…- . 

No sabiéndose muy bien si Aragón ha tenido siempre vocación afrancesada o ha dotado al Mediodía de Francia de una época de convivencia y libertad de comercio que influyó finalmente a los Capetos y Borbones.

Debemos reseñar que el primer mercado zaragozano se formaba en la actual plaza España, puerta Cinegia, y fue trasladado a la salida este en la Baja Edad Media. 

Esta zona de la ciudad, hoy tan bien comunicada por tranvía, ha sido desde entonces riñón de Zaragoza y todo Aragón, eliminando los ácidos derivados del clasismo del resto de la ciudad. En su feliz emplazamiento cercano a los vientos y aguas purificadoras del río cercano a la Zuda: que se refiere a un palacio en torreón para el gobierno y con función recaudatoria por cobrarse en ellos regalías (Torre del Oro en Sevilla) dentro de las alcazabas y nombre entonces no congruente que toma el entero castillo de Borja.

El Gancho dedica nombre a San Blas y San Pablo, primeras parroquias de la población. La segunda aún existente es una poderosa iglesia rematada en su chapitel por un gancho y de estilo gótico-mudéjar. 

Según su estampa y porque te la puedes imaginar en Isfahán o Samarcanda parecería que es una iglesia que sustituye a una mezquita previa pero por las razones históricas expuestas no fue el caso, sino un edificio de nueva planta en el que he pasado de los mejores momentos de mi vida oyendo música cada mes de noviembre. Más que la bella torre octogonal, pariente de la de Utebo, por la sorpresa que me causó su limpieza y restauración siempre me detengo en su puerta norte o de la Tramontana, con esculturas de alabastro.

Asimismo en el barrio, plaza del cineasta José María Forqué, hallamos asentada la estatua dedicada al general José de Palafox a caballo, de fecha reciente del escultor Ignacio Rodríguez, con el lema inmortalizado en los Episodios Nacionales de Galdós, coreado en la Romareda: “Zaragoza nunca se rinde”

Muy liberal tercer hijo de los marqueses de Lazán, lo contaríamos entre los ilustrados aragoneses pero sobresalió ampliamente en el episodio de la Guerra de la Independencia.

Como sucede con los personajes de las vías dedicadas a Agustina Saragossa –de Aragón después, pero con origen en Terra Ferma-, el organizador de la guerrilla de San Pablo José Zamoray, el cura genovés pero criado en Daroca: Boggiero Spotorno, el de la cruz del Puente de Piedra, Casta Álvarez y Mariano Cerezo.

Siendo que la calle Las Armas repleta de hermosos edificios, que contiene bello palacio-caserón aragonés hoy sede de la Escuela de Música municipal y que da acceso a la mejor tras la manzana de San Bruno, promoción de la Sociedad de la Vivienda zaragozana –el Espacio, teatro y promoción de viviendas de Aguerri Arquitectos- recibe su nombre a ser solaz y sede de los artesanos productores de los afamados arcabuces, lanzas y alabardas creados en la Zaragoza medieval –ya dijimos que la calle Cuchilleros constituía un tramo en el no muy lejano cardo romano-.

La calle perpendicular a la misma de los Aguadores, prolongación de la calle Cerezo que también recibiría su nombre, es una incisión o callizo norte sur que daba acceso al río para portar su agua al barrio por la actual bajada de la calle Postigo del Ebro, que hoy muere en Echegaray y Caballero, de las pocas vías españolas dedicadas a dos personas distintas, dramaturgo y músico, y en su apertura como malecón recibió la primigenia denominación de calle Alfonso I.

Dejo para el final la calle más querida por mí de todo este entorno, por la que deambulaba en mi época universitaria para ver teatro en la plaza Santo Domingo –Teatro del Mercado, rehabilitación del primer mercado de pescados de la ciudad de 1928 proyectado por Navarro Pérez hijo y que fue trasladado en los años 70 a bello emplazamiento de la Avenida de Navarra-. Me refiero a la Calle Predicadores, monumental y especial.

Aún lo es pues hoy se emplaza en la misma el Albergue de la ciudad con su cava para conciertos, pero en los años 80 y 90 albergó la galería de primer cafés y clubes por donde más me gustaba salir, el Ibiza y tantos otros, en los que se coincidía y terminaba la noche con los músicos y actores que actuaban en el teatro y llegué a conocer a Antón Reixa o a Javier Krahe.

La calle Predicadores es el flanco septentrional de la Población del Gancho, paralela al río Ebro y recibe su nombre porque al final de la misma se encontraba el monasterio de la orden de Predicadores o dominicos, que había fundado Jaime I en 1219 en el mismo lugar donde había predicado Santo Domingo de Guzmán de paso por la ciudad. 


El plano que vemos arriba es el denominado Gironza, del año 1853.

En esa época la calle era un mero camino entre huertos con numerosas torres agrícolas, pero poco a poco la fisonomía de la zona fue cambiando y fue en la Baja Edad Media, en el siglo XV, cuando devino la principal área residencial de la ciudad y se establecieron las monjas bernardas de Santa Lucía y las carmelitas (conocidas como Las Fecetas) y tras ello el palacio conocido como “Villahermosa”, que en 1759 acogió al Santo Oficio de la Inquisición, cuya fachada se conserva por tratarse de un instituto.

Dichos equipamientos atrajeron a la alta burguesía, no a la aristocracia, a la calle. No en vano Zaragoza la Harta llegó a 200 palacios y caserones para escasos 25.000 habitantes.

Al final de la calle, el Consistorio eligió emplazamiento para su primer gran nuevo Ayuntamiento y la Casa de Amparo, pero terminad el paseo en el Ebro que alberga la segunda biblioteca más bella de la ciudad, entendido que la primera y más peculiar biblioteca por historia es la de Ramón y Cajal en la Facultad de Medicina. Me refiero al Centro de Documentación del Agua y Medio Ambiente, la “Biblioteca Verde” de Aragón que ha permitido la conservación y legado por el Ayuntamiento del refectorio y bodegas o cillas del Convento de Santo Domingo con elementos mudéjares del siglo XIV y que se preservó de su destrucción total en los sitios de Zaragoza.

Esperando que os enganche,

21.01 Luis Iribarren