Aunque no hay una inscripción directa que lo indique, las excavaciones en el casco antiguo (Foro, puerto fluvial, cloacas) muestran que a finales del siglo II hubo cierta paralización del desarrollo urbano y reorganización de espacios, lo que podría coincidir con los efectos colaterales de la pandemia, la peste que asoló Hispania a partir del año 166 d.C. y que es conocida como la Peste Antonina, también llamada plaga de Galeno, por el médico que la describió y que vemos en la imagen.
Aunque no tenemos documentación detallada, sí se puede afirmar con bastante certeza que afectó también al Valle del Ebro, aunque de manera difícil de cuantificar. Fue una de las primeras grandes pandemias que azotaron el Imperio Romano.
Se extendió entre el 165 y el 190 d.C., comenzando con las tropas romanas que regresaban de campañas en el Próximo Oriente (especialmente en la guerra contra los partos por Mesopotamia).
Los síntomas descritos por el médico Galeno eran preocupantes desde el inicio de la enfermedad, como fiebre alta, diarrea, erupciones cutáneas, garganta inflamada, lo que apunta a que probablemente fue una pandemia de viruela o sarampión, para la que no estaba preparada la población.
Aunque no hay registros arqueológicos directos o escritos que confirmen un brote específico en Zaragoza o en el Ebro, la red de comunicación romana (vías, comercio, ejército) hacía inevitable que la peste se propagara a lo largo de todo el Imperio, incluida Hispania, y por ello hay razones para pensar que sí afectó al Valle del Ebro, tanto a Zaragoza (Caesaraugusta) como a otras ciudades del valle estaban muy conectadas por la Vía Augusta, que unía Tarraco con el interior, por el río Ebro como vía natural de transporte y comercio, y por su papel como centro militar y administrativo.
Sí sabemos que en estas zonas hubo unos efectos reales que indican que por el Valle del Ebro sí hubo contagios fuertes de esa llamada Peste. Un descenso de la población, tanto urbana como agrícola, una parálisis del comercio y obras públicas, incluso un posible abandono temporal de villas rurales o núcleos menores.
Aunque no hay registros arqueológicos directos o escritos que confirmen un brote específico en Zaragoza o en el Ebro, la red de comunicación romana (vías, comercio, ejército) hacía inevitable que la peste se propagara a lo largo de todo el Imperio, incluida Hispania, y por ello hay razones para pensar que sí afectó al Valle del Ebro, tanto a Zaragoza (Caesaraugusta) como a otras ciudades del valle estaban muy conectadas por la Vía Augusta, que unía Tarraco con el interior, por el río Ebro como vía natural de transporte y comercio, y por su papel como centro militar y administrativo.
Sí sabemos que en estas zonas hubo unos efectos reales que indican que por el Valle del Ebro sí hubo contagios fuertes de esa llamada Peste. Un descenso de la población, tanto urbana como agrícola, una parálisis del comercio y obras públicas, incluso un posible abandono temporal de villas rurales o núcleos menores.
Pero a su vez sabemos que a Hispania le afectó menos que a otras zonas de aquella Europa, de donde dicen que en la ciudad de Roma morían todos los días más de 2.000 personas.
Sabemos también que en las misma fecha hubo una crisis religiosa por todo el imperio incluida Hispania, pues los romanos interpretaban las pestes como castigos divinos, lo que alimentó cultos nuevos o místicos como castigo a sus Dioses que habían permitido las enfermedades.
Sabemos también que en las misma fecha hubo una crisis religiosa por todo el imperio incluida Hispania, pues los romanos interpretaban las pestes como castigos divinos, lo que alimentó cultos nuevos o místicos como castigo a sus Dioses que habían permitido las enfermedades.