16.6.25

Goya y la plaza de toros de Zaragoza


Entender por qué Francisco de Goya decidió crear una serie de grabados sobre la Tauromaquia puede resultar complejo desde la perspectiva del siglo XXI. Hoy en día, muchos ven esta práctica con distancia o rechazo, lo que dificulta tanto su comprensión como su justificación. Pero para valorar adecuadamente esta serie artística de Goya en la que incluyó algunas estampas tomadas en Zaragoza, es fundamental viajar al siglo XVIII y principios del XIX, el contexto en el que vivió el artista aragonés.

Goya, los grabados y la necesidad de vender arte

Goya necesitaba vender su obra para vivir. Como cualquier artista de su tiempo, debía adaptarse a los gustos de la sociedad si quería sobrevivir económicamente. Y en esa época, la tauromaquia era uno de los espectáculos más populares, especialmente en ciudades como Madrid o Zaragoza, su provincia natal.

Los toros y las comedias eran prácticamente los únicos entretenimientos públicos de masas, y gozaban de enorme aceptación entre las clases medias y altas. La tauromaquia no solo era vista como espectáculo, sino como parte de una cultura arraigada en la vida social y festiva de la época.

El origen del coso taurino de Zaragoza

En Zaragoza, la tradición taurina tiene raíces muy profundas. En 1761, la Sitiada o Gestora de la Real Casa de la Misericordia decidió construir una plaza de toros fija, para financiar su labor social con los niños sin hogar. Esto implicaba reconocer el valor económico de la tauromaquia para sostener instituciones benéficas.

Fue Ramón de Pignatelli quien, en 1764, llegó a un acuerdo con el Gremio de Carpinteros de Zaragoza para levantar la plaza en un solar situado cerca del Portillo, en la salida hacia Madrid. Aquellos terrenos, unas eras dedicadas hasta entonces a la trilla del cereal, fueron el lugar elegido para construir la Plaza de la Misericordia, espacio que todavía está en uso hoy en día.

La estructura fue diseñada con capacidad para 7.800 espectadores, una cifra notable para una ciudad de apenas 40.000 habitantes. El coste de la obra fue de unas 34.000 libras jaquesas, y el gremio incluso donó las últimas 1.600 libras del cobro a plazos como gesto solidario.

A partir de las Fiestas del Pilar de 1764, comenzaron los festejos taurinos en Zaragoza, que no siempre eran corridas tal como las entendemos hoy. Eran a menudo una mezcla de espectáculos, teatro y ritual, donde la lucha entre el hombre y el toro —y a veces también los caballos— adquiría formas diversas.

Goya y la Tauromaquia: entre la crítica y el documento gráfico

Volviendo a Goya, su serie de grabados "La Tauromaquia" fue publicada en 1816. En ella encontramos, por ejemplo, la estampa número 18 titulada: "Temeridad de Martincho en la Plaza de Zaragoza", un aguafuerte con aguatinta que muestra una escena cargada de tensión, sin idealización ni ornamento.

Goya no presenta estas escenas como una apología del arte taurino. Al contrario, muchas de sus imágenes reflejan la crudeza, el dolor y el dramatismo del espectáculo, mostrando más bien un relato crítico o documental de la historia de la tauromaquia en España —desde tiempos medievales hasta su época— que una glorificación del toreo.

Sus grabados pueden interpretarse como una reflexión sobre la violencia, el riesgo y el carácter ritual de la lidia, más que como una exaltación de la fiesta. Eran estampas que se vendían bien, casi como recuerdo para los aficionados, pero en ellas subyace una mirada ambigua, a veces incómoda.