27.4.15

Cuando un amigo se va, algo se asienta en el alma

Cuando un amigo se va, algo se asienta en el alma. Yo a Eduardo lo encontré pegado a una guitarra allá por los Pirineos fáciles. Mientras todos comíamos él abrazaba la música, pero eligiendo los temas entre un amplio repertorio de Jazz, Blues, Clásica o antigua aragonesa. Era un artista de las cuerdas y una de las voces que llenaba el espacio en su coro como un tenor escondido. 

Eduardo siempre sonreía, no era posible encontrarlo serio, solo al final se fue apagando la sonrisa sin querer decirnos que ya sabía de sus pocos acordes. En los últimos años fueron constantes mis conversaciones con él, tras la patada en los riñones del desempleo o la zancadilla de su enfermedad. Nos quedan Eduardo, varias conversaciones pendientes y lo sabes. De política pues te preocupaban los cambios, de cultura pues tenías un proyecto para hacer música didáctica por los barrios, de sociedad pues te machacaba ver tanto drama personal por los barrios, de trabajo pues sabías de la precariedad actual del empleo y de su negativa repercusión en la salud del país, sobre todo de Arte pues no pudimos hacer realidad nuestras visitas culturales por las exposiciones de nuestra Zaragoza. 

El viernes no quisiste hablar conmigo, sólo media docena de palabras y ya con esas fueron suficientes. Ayer me miraste y cerraste los ojos. Los dos nos entendimos.

Por tus mujeres no te preocupes, estamos los amigos, pero sobre todo están ellas que son unas máquinas de pelear. Y por las conversaciones pendientes ya sabes, seguiremos hablando y escuchándonos. Sobre todo escuchándonos.